Una criatura trágica llamada Carolina Coronado
Los versos de la romántica y trágica Carolina Coronado se hacen eco en esta taciturna biblioteca de la Ciudad de Sombras. La vida de esta escritora estuvo marcada por la tragedia y por hechos perturbadores que marcarían sus obras y su propia vida. Desde muy pequeña demostró un gran interés por la literatura, incluso empujándola a aprender de forma autodidacta el francés y el italiano, puesto que, al pertenecer a una familia adinerada y tradicional, su educación se enfocó en actividades propias de la época como la costura y otras labores del hogar, que le impedían desarrollar su verdadera pasión escondida en el mundo de las letras.
A la temprana edad de 9 años empezó a mostrar sus versos, en los que se vislumbraba la fatalidad y el anhelo de amores imposibles. Sin embargo, sería su padecimiento de catalepsia y su obsesión por la muerte, el móvil que marcaría sus escritos. A lo largo de su vida sufrió varios aparentes fallecimientos como resultado de la catalepsia que la afectaba, motivándola a escribir sobre este misterio y sumiéndola en profundas depresiones que aumentarían con la defunción de dos de sus hijos.
Carolina Coronado se veía a sí misma como una criatura trágica debido a la enfermedad que poseía, y su temor profundo a la muerte. Incluso se conoce que, en varias de sus cartas, evidenciaba la futura muerte de sus hijos, lo cual no la dejaba dormir, afectando así a su salud física y mental. De esta manera, en 1848, una enfermedad nerviosa afectó su movilidad, dejándola medio paralítica en Cádiz, razón por la que viajó a Madrid para mejorar su salud.
Algunos críticos que han estudiado la vida y obra de Coronado consideran que su nerviosismo y su pasión por temas propios del romanticismo influenciaron en sus letras desde temprana edad, produciéndole incluso alucinaciones, puesto que creía en la presencia de un hombre llamado Alberto que al parecer habría muerto en el mar. Esta extraña figura siguió apareciendo en su vida, ya sea como un rumor sobre sus oídos, o como un aliento que recorría su piel durante las noches.
Finalmente, el espectro le manifestó que tomaría posesión del cuerpo de un hombre llamado Justo Horacio Perry, a quien contactó inmediatamente y con quien se casaría años más tarde. Su obra se encuentra plasmada de sensualidad, dolor, fatalidad y su temible obsesión y miedo por la muerte, que la empujó a pedir a sus amigos y familiares cercanos que, si ella llegase a morir, debían esperar al menos 30 días para embalsamar su cadáver. Otro hecho escalofriante de la vida de Coronado se suscitó cuando su esposo murió, pues decidió embalsamar el cadáver y convivir con él durante varios, dirigiéndose a él con el apelativo de "el silencioso" y "el hombre de arriba".
Lastimosamente la poesía e inspiración que habitaba en esta romántica escritora se apagaría el 15 de enero de 1911. Sus restos yacen sepultados en el cementerio de Badajoz. ¡Descansa al fin hermosa Carolina en la tranquilidad de los verdes campos y la inmortalidad de la poesía!
(texto escrito por Andrea Acuña)
Nada resta de ti
No
quedan en los fúnebres lugares, ni los huesos siquiera de ti mismo.
Fácil
de comprender, amante Alberto, es que perdieras en el mar la vida,
mas
no comprende el alma dolorida cómo yo vivo cuando tú ya has muerto.
¡Darnos
la vida a mí y a ti la muerte; darnos a ti la paz y a mí la guerra,
dejarte
a ti en el mar y a mí en la tierra es la maldad más grande de la suerte!
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